CC_UA Proyecto de Grado_ruina (re) programada

Dibujo finalista en el Top 100 del One Drawing Challenge de Architizer 2020.

Medalla de Plata en la Anual de Estudiantes 2020 de la Sociedad Colombiana de Arquitectos

El proyecto parte del entendimiento de nuestras ciudades como un palimpsesto, la coexistencia de distintas temporalidades que manifiesta el constante crecimiento y transformación de nuestras ciudades. Sus continuos cambios dejan vacíos urbanos, espacios abandonados aparentemente olvidados; cargados de lo ocurrido, pero de algún modo ajenos a las dinámicas de la ciudad contemporánea. Estos terrenos vagos, como de Sòla Morales define, son lugares donde la naturaleza rompe fronteras a distintas escalas, conquistando el vacío y exaltando de la mano del tiempo el proceso inevitable de la arquitectura hacia la ruina.

Dichos lugares abandonados, aparentemente inaccesibles, resaltan el vacío como el espacio con el potencial para revelar nuevas alternativas para abordar la renovación urbana. El proyecto busca (re) programar este paisaje postindustrial como un hotspot para la vida pública y la experiencia colectiva en la ciudad, desencadenando la revitalización del barrio como un nuevo clúster cultural, mientras se expresa de forma simultánea, cómo las características de la ruina enriquecen la materia y la arquitectura en el tiempo.

Transformación de la manzana en el tiempo. Fábrica de la Cervecería Andina (1950`s) - Parqueadero en espacio libre de Misión Carismática Internacional (2020) - Proyecto.

Planta General de primer piso

En el proyecto, el puente se vuelve el nuevo elemento articulador, que sube, baja y atraviesa, generando conexiones entre los distintos espacios propuestos y sus actividades, potenciando recorridos y relaciones visuales que varían a distintas alturas.

La ruina se toma como un contenedor vacío, en el que los espacios se transforman de acuerdo a las condiciones climáticas y el tiempo. Situaciones que se dan en la ruina y tradicionalmente no son muy comunes en la arquitectura habitada como lo son convivir con masas altas y robustas de vegetación que se toman por partes lo construido, experimentar la lluvia al interior de los edificios, e incluso, percibir cambios casi performaticos en la luz interior a lo largo del día, generan atmósferas que se transforman en el tiempo como la misma materia arquitectónica.

En el espacio público que los articula, características de la superficie vertical de la ruina se traducen a la horizontal, acentuando la huella y, por ende, rememorando los edificios que estuvieron ahí, dejando su peso en el territorio que ahora reconquista ese espacio. Este, se transforma en una gran superficie fracturada, que devuelve la permeabilidad al suelo y potencia un paisaje orgánico y cambiante de especies nativas en crecimiento.

Izq. Vista hacia el interior de los silos. Estos se transforman en la mediateca y espacios de contemplación. Der. Axonometría de la entrada Oriental al proyecto. El elemento articulador se vuelve un volumen que se percibe etéreo, transparente, como una abstracción arquitectónica que por momentos parece inexistente. Inspirado en la propuesta artística de Edoardo Tresoldi, plantea esta materia presente y de algún modo ausente como otra dimensión temporal de la ruina, entre lo que desapareció, lo que nunca existió y lo que podría existir allí en un futuro.

Vista al interior del Invernadero.

Se explora la vegetación cómo otro elemento museable en el espacio. En su interior, desde el primer piso, los puentes toman espesores que permiten el desarrollo de las actividades de exposición y un contacto constante con el vacío y las masas de vegetación que van creciendo y lo conquistan en el tiempo.

Vista hacia el interior de la sala de exhibición principal.

La proporción de otros espacios permite un programa abierto. Su estructura de grandes luces tiene la capacidad de albergar múltiples apropiaciones y su variabilidad en escalas.